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Servicios de la Unidad de Tratamiento del dolor

En la clínica del dolor utilizamos técnicas minimamente invasivas y específicas para cada caso, controladas por ecografía o radio-escopia. La mayoría de los procedimientos son ambulatorios y, por tanto, no requieren ingreso.

Bloqueos diagnósticos y terapéuticos

Una de las técnicas que se utilizan para diagnosticar el tipo y motivo del dolor es el bloqueo diagnóstico. Una vez el profesional sanitario ha conocido la descripción del dolor por parte del paciente, y después de la exploración física de la zona, si en las pruebas de imagen no se clarifica la situación, y falta seguridad sobre el dolor, se inyecta un anestésico local en el punto más preciso en el que se siente dolor. Esta acción es conocida como bloqueo diagnóstico, puesto que el dolor puede quedar bloqueado por el efecto del fármaco. En realidad, el objetivo es saber si se ha hecho diana sobre el punto de origen del dolor para, a partir de ahí, saber más sobre qué puede provocarlo y proseguir con el tratamiento, que puede comprender el uso de otras técnicas, que se aplicarán ya con más seguridad sobre la superficie exactamente localizada. Si tras la inyección, el dolor va desapareciendo de manera progresiva, o al menos, se aprecia un alivio notable, significará que se ha hecho diana y el bloqueo ha sido positivo. Esta técnica aporta información muy útil para discernir con más claridad si el dolor es de tipo periférico, del sistema nervioso central o somático.

La zona lumbar, las cervicales, cualquiera de las articulaciones del organismo, así como sobre los nervios periféricos son los lugares en los que  se acostumbra a utilizar el bloqueo diagnóstico.

En cuanto al bloqueo terapéutico, es la misma técnica pero ya no con el fin de localizar dónde aparece el dolor, sino para aliviarlo. Se inyectan anestésicos locales para un bloqueo temporal y para conseguir la desaparición del dolor en un margen de tiempo más prolongado. Para ello se introduce, bajo control radiológico, un neurolítico, que es un medicamento que destruye las fibras nerviosas que son canales de transmisión del dolor y de esta manera, la señal del dolor no llega al cerebro. Para mayor confortabilidad del paciente, esta técnica se puede realizar con sedación, pero en régimen ambulatorio.

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Infiltraciones de puntos gatillo y musculo-tendinosos

A los puntos del cuerpo en los cuales se siente especialmente un dolor intenso se les denomina médicamente puntos gatillo. Son zonas hipersensibles, de origen muscular y consistencia nodular –fibras musculares en tensión-, que se localizan o intuyen, con más o menos precisión, por palpación.

También las articulaciones en rodilla, hombro, codo, muñeca, cadera, tobillo y pie pueden presentar un tipo de dolor similar al de los puntos gatillo, muy localizado, intenso y constante. Es el dolor considerado dentro de los síndromes de dolor musculo-tendinoso.

En ambos casos, tanto para puntos gatillo, como para el dolor musculo-tendinoso, uno de los tratamientos más eficaces que se prescriben son las infiltraciones. Consiste en la inyección, directamente en la zona afectada por el dolor, de medicación de base anestésica y antiinflamatoria (con corticoides), para bloquear el nervio que transporta hasta el cerebro la información sobre el dolor.


Infiltraciones intra-articulares

En el caso del dolor en el interior de las articulaciones, cuando no se consigue eliminar con tratamientos conservadores, con rehabilitación fisioterapéutica y toma de analgésicos y antiinflamatorios por vía oral, se pueden realizar infiltraciones intra-articulares.

En una infiltración intra-articular se aplica una inyección de medicación contra el dolor, directamente en la articulación adolorida. Existe cierta diversidad de fármacos indicados para este tipo de infiltraciones, algunos de ellos se administran también a pacientes de cáncer en sus sesiones de quimioterapia. Ácido hialurónico y corticoides son otras de las soluciones que se pueden inyectar.


Colocación de catéteres intra-neurales para control del dolor

La técnica de administración de analgésicos por vía neuroaxial, es decir, la que es dirigida directamente a las vías de transmisión del dolor en la médula espinal, permite el control de ese dolor porque se bloquea. Es una circunstancia que se presenta muchas veces para un tipo de dolor resultante de una intervención quirúrgica.

Consiste en la inserción con una pequeña aguja debajo de la piel de un tubo muy fino, denominado catéter. Una vez colocado el catéter, se administra a través de él un medicamento anestésico a los nervios de esa zona. El efecto del fármaco introducido, por lo general, calma el dolor por un periodo que puede ir de los dos a los cuatro días, y pasado ese tiempo, a través del catéter, que permanece introducido, se introduce de nuevo medicación. Lumbalgias y otros dolores crónicos son tratados con esta técnica con resultados muy positivos.


Implante de bombas para infusión de fármacos analgésicos

Cuando el dolor severo en alguna región del cuerpo localizada no se logra calmar con los tratamientos habituales de farmacología oral o/y fisioterapia, una alternativa es utilizar la técnica de la bomba implantable. Es un dispositivo que se introduce bajo la piel, quirúrgicamente, para que vaya bombeando, a través de un pequeño catéter, un tubo fino y delgado, determinadas dosis de analgésico a la zona adolorida de manera persistente. De esta manera, se consigue aliviar dolores que muchas veces se localizan en la zona lumbar y que en ocasiones aparecen después de una cirugía. También se trata así el dolor de fracturas vertebrales, dolores cronificados en un proceso de cáncer, así como en dolores  neuropáticos, que son los resultantes de un nervio o conjunto de nervios dañados.

Este tipo de administración de fármacos se conoce también como administración o infusión intratecal o espinal. El espacio intratecal es el que contiene el líquido cefalorraquídeo, también llamado cerebroespinal, que es la sustancia que protege las estructuras del sistema nervioso central. Mediante la técnica de la implantación de bomba de infusión, el fármaco alcanza a los receptores del dolor situados en la médula espinal, y ya no es necesario tomar medicamentos por vía oral o con parches sobre la piel. Las dosis de fármaco, además, son menores en este caso, ya que hacen diana en el propio sistema nervioso, y no se pierde ni escatima medicación por el camino.

No a todos los pacientes se les puede aplicar esta técnica. Para confirmar su idoneidad, hay que hacer previamente una prueba con una pequeña inyección del fármaco a utilizar, para estudiar luego la reacción y su resultado. Y otra posibilidad es, antes de proceder a implantar la bomba, utilizarla de forma externa para bombear, desde fuera del cuerpo, la medicación en la zona intratecal.

Si todo procede de modo correcto, se realiza la intervención en el quirófano para implantar la bomba dosificadora del fármaco. La operación se realiza con anestesia local, aunque también se puede hacer con anestesia general, en función de las características del paciente. La duración del medicamento que la bomba va administrando depende de cada caso, puede completar la administración durante un mes y hasta tres meses. Una vez se termina, el médico o la enfermera volverán a aprovisionar con medicación la bomba, inyectando la sustancia del fármaco. También dichos profesionales irán controlando el correcto funcionamiento de la bomba en las sucesivas revisiones.


Implante de neuroestimuladores de cordones posteriores

Para controlar el dolor, hemos visto, se puede bloquear la vía nerviosa que transmite la señal de dolor hasta el cerebro. Modular el impulso nervioso que emana de la zona adolorida es otra manera de controlar el dolor. Se puede hacer enviando impulsos eléctricos a esas sensaciones dolorosas para bloquearlas o moderarlas hasta la mínima expresión. Este proceso es lo que se denomina neuroestimulación. Para ello, se colocan electrodos en el cuerpo desde los cuales se pueden enviar esas señales que lograrán aliviar el dolor.

Casos en los que la esta técnica de electroterapia resulta eficaz son aquellas en las que el cuello, la espalda, brazos y piernas se ven afectados con dolor más allá de los seis meses.

El neuroestimulador es un dispositivo, como una pastilla de unos 50 x 50 milímetros aproximadamente, que se introduce bajo la piel, por lo general en el glúteo o en la zona baja del abdomen. La intervención se realiza en el quirófano y con anestesia local. Desde el dispositivo se emiten impulsos eléctricos hasta la zona epidural junto a la columna vertebral donde la señal de dolor será alterada eléctricamente. Una de las ventajas de este sistema es que se pueden controlar los estímulos en función del grado de dolor que se sienta en cada momento.


Epiduroscopia y epidurolisis por adherencias secundarias a cirugía de columna vertebral

Otra técnica para reducir el dolor administrando fármacos para rebajarlo directamente en la zona de origen es la epiduroscopia. En ella se introduce en la zona epidural de la médula espinal –próxima a la columna vertebral- una aguja que lleva en su inicio una cámara de dimensiones milimétricas. La ventaja aquí es que se trabaja bajo la piel, pero de manera mínimamente invasiva, tan solo con un pequeño orificio de introducción de las herramientas. A través de ellas, se puede acceder e inspeccionar la zona afectada por el dolor y administrar la farmacología que se considere más apropiada, de manera directa sobre la zona.

La epiduroscopia se puede utilizar para tratar o también como prueba diagnóstica, para supervisar la situación interna de la zona afectada con dolor crónico. Hernias discales y operaciones de columna o dolores que provienen de afectación a los nervios son candidatos a esta técnica.

Cuando un paciente presenta fibrosis, que es la formación patológica de un tejido como fruto del enganche de diversas capas de tejido –adherencias o cicatrices-, circunstancia que puede acabar oprimiendo nervios colindantes, y de ahí el persistente dolor que puede darse, una técnica que se utiliza es la epidurolisis. Con ella se intenta separar las capas de tejido para recuperar el espacio natural de los nervios, así como subministrar medicación para el dolor y para la inflamación producida por la acumulación anómala de tejido. Esta intervención es de tipo ambulatorio, se hace en el quirófano, con sedación y anestesia local.


Administración de Toxina Botulínica intramuscular

La toxina botulínica, más comúnmente conocida como ‘botox’, es una proteína que también se utiliza como medicación para el dolor. Se administra inyectando la sustancia botulínica en el músculo donde se percibe constantemente la molestia. Es una técnica poco dolorosa y muy sencilla.

Cuadros de dolor en la región del nervio ciático o en su entorno, producidos por contractura y compresión del músculo piramidal –ubicado en la zona posterior de la pelvis, bajo los glúteos- son candidatos a la administración de toxina botulínica. En este caso en concreto, la compresión aplasta el nervio ciático, que tiene funciones motoras y sensitivas. El nervio ciático, también conocido como nervio isquiático, es el más grande y largo de todo el organismo. Se origina en el sacro y desciende por la parte posterior de la pierna, recorriendo el muslo, tras rodilla, pantorrilla,  tobillo, y alcanza hasta los dedos de los pies. De ahí que el dolor en este nervio llegue a afectar a tanta zona, llegando a condicionar la movilidad de toda la extremidad inferior.

Administrando directamente al músculo toxina botulínica, se consigue relajar el músculo, disminuyendo así su rigidez y deshaciendo su contractura, de manera que el fisioterapeuta puede, entonces, ayudar a recuperar la funcionalidad de todos los músculos implicados en la movilidad de la extremidad, a base de ejercicios de estiramiento.

El efecto de la toxina botulínica tiene una duración de tres a seis meses, transcurridos los cuales, se evalúa la situación, y si de nuevo se siente un dolor significante, se puede repetir la infiltración. Todas las sesiones de infiltración son realizadas por nuestro cuerpo médico especializado en anestesiología.


Estimulación eléctrica transcutánea

Esta técnica, conocida también por sus siglas TENS (Técnica de Estimulación Eléctrica Transcutánea), consiste en la aplicación sobre la piel de corriente eléctrica, de baja o de alta frecuencia, a través de electrodos. El efecto de las pequeñas dosis de descarga eléctrica sobre el tejido muscular es analgésico, y con ella se consigue mejorar la funcionalidad de la zona afectada por dolor crónico. En general, se aplica con buenos resultados en dolores del sistema musculoesquelético y en el dolor persistente tras la colocación de una prótesis de rodilla, zonas todas ellas, muy implicadas en la movilidad.

Este tipo de estimulación transcutánea impide que se activen las células que cumplen la función de transmitir la sensación de dolor. Se realiza colocando unos electrodos sobre la piel y mediante un aparato, un generador externo de la corriente eléctrica, se activan las descargas, que llegan a la piel a través de un cableado. El proceso se realiza de manera ambulatoria, pero esta técnica está contraindicada a pacientes con marcapasos o con problemas cardiovasculares.

Rizolisis

La rizolisis es un procedimiento médico utilizado para el alivio del dolor crónico en la columna vertebral. También se conoce como rizotomía o denervación facetaria. Consiste en la aplicación de calor o radiofrecuencia en los nervios que transmiten señales de dolor desde las articulaciones facetarias, que son las pequeñas articulaciones ubicadas en la columna vertebral.

Durante el procedimiento de rizolisis, se inserta una aguja cerca de los nervios que están causando el dolor en las articulaciones facetarias. Luego, se aplica calor o radiofrecuencia a través de la aguja para lesionar o destruir los nervios específicos responsables del dolor. Al interrumpir la transmisión de las señales de dolor, se busca reducir o eliminar la sensación dolorosa.

La rizolisis se utiliza comúnmente para tratar el dolor crónico en la espalda y el cuello, particularmente cuando está relacionado con la osteoartritis de las articulaciones facetarias. El procedimiento se realiza bajo la guía de imágenes de rayos X o fluoroscopia para asegurar una precisión adecuada.

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