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16 de abril de 2024

Gases intestinales: síntomas, causas y tratamiento

Gases intestinales: síntomas, causas y tratamiento

La presencia de gas en el tubo digestivo es normal y producto de su forma y funcionamiento. Es una estructura tubular, hueca, por donde circulan nutrientes, sometidos a reacciones-procesos digestivos múltiples y complicados que los preparan para su absorción y paso a la sangre, con posterior utilización en los tejidos del cuerpo necesitados de nutrición y mantenimiento o reparación.

¿Cómo se forman los gases? 

 Desde la boca al ano hay un recorrido de alrededor de 10 metros con múltiples curvas y zonas anchas y amplias como el estómago, seguidas de otras estrechas y largas, como el intestino delgado donde se absorben la mayoría de nutrientes y al final se llega al colon y recto, también anchos y con capacidad de albergar gas y líquido y con menor posibilidad de absorción.   Casi toda esta estructura tubular flexible y distensible está contenida en el abdomen. Este, no es una caja acorazada como el tórax que tiene las costillas que le limitan la capacidad de expansión. Así pues, el gas, que no pesa, pero sí ocupa espacio para hacerse sitio distiende el abdomen, cuyo espacio real en un momento concreto tiene una enorme capacidad virtual de distensión: desde alojar un embarazo de sextillizos a 20 o 30 litros de líquido libre en enfermedades por ejemplo del hígado.  Lo llamativo es que todos tenemos una cantidad de gas parecida, hecho demostrado en diversos experimentos. Nos diferenciamos en la expresión del fenómeno, es decir: cómo lo vivimos y cómo nos afecta. 

Una gran parte de la población lo asume como normal, por no sentir molestia, y otra parte, en cambio, lo percibe como un problema, porque en su caso se asocia a molestia, que puede llegar a ser dolor en diferentes grados. 

En resumen, salvo en excepciones y con las alarmas que detallaremos más adelante, el gas y su consecuencia, la hinchazón, son fenómenos propios de la digestión y su percepción como molestia puede relacionarse con nuestra sensibilidad y tolerancia individuales. Por otro lado, se debate, con cierto acuerdo, que el estrés y ansiedad son factores que empeoran la situación. Si bien no se ha confirmado que aumenten el gas, sí que parece evidente que los síntomas mejoran en respuesta a tratamiento antidepresivo a dosis bajas, porque aumentan del umbral de sensibilidad al dolor o por su efecto antiespasmódico.

El origen del gas 

1.- Parte alta del tubo digestivo -esófago y estómago: suele ser gas deglutido. Acompaña al hecho de tragar alimentos con los que se mezcla gas. Se produce en diferentes escenarios: mala masticación, comer deprisa, mal estado de las piezas dentarias. Otros motivos: hablar comiendo, beber por aspiración con caña o al alto. Así mismo, cualquier patología que condicione la dificultad respiratoria, desde una simple nariz tapada a una bronquitis o asma, provoca la deglución de aire por aumento de presión negativa torácica para inspirar que, cuando supera la presión de cierre de la válvula que ocluye el estómago, puede provocar paso de aire al tubo digestivo. 

2.- Intestino delgado: el gas en esta parte, en ausencia de lesión, es mínimo. Se da en cantidad significativa en casos de patología Sibo. Y otros casos con entidad propia como: Insuficiencia pancreática, celiaquía y estenosis o estrechamiento de la luz del tubo por fibrosis/cicatriz o inflamación como en la enfermedad de Crohn o estados postquirúrgicos o post radioterapia con alteración de la anatomía o la función del tubo digestivo, que no son objetivo de este texto limitado al mero síntoma de hinchazón. 

3.- Colon y recto: este tramo es más propicio a contener gas por su función y tamaño. La fermentación por las bacterias colónicas de los restos alimentarios no absorbidos en tramos superiores, que conocemos como fibra no absorbible o matriz intercelular de vegetales y otros productos, es de gran beneficio para el intestino y el organismo en general. Mejora la calidad de la capa de moco protectora de la mucosa intestinal y al degradarse produce ácidos grasos de cadena corta, que mantienen la estanqueidad entre las células, su nutrición, condicionan la disminución de la actividad inflamatoria del organismo y al mismo tiempo priman el crecimiento de las bacterias colaboradoras en contra de las dañinas. Pero la fermentación junto a sus grandes beneficios, produce gas, que, si no se evacua, en forma de ventosidad rectal puede distender y hasta condicionar sensación de molestia o dolor, como hemos dicho, en relación con la sensibilidad y percepción individual.

Síntomas de alarma

Recomendamos evitar la atención obsesiva, pero no  descuidar síntomas que requieren atención y evaluación o reevaluación, como son  la presencia persistente  de: 

Pérdida de peso no voluntaria, hipo, vómitos, diarreas o heces pastosas brillantes y que flotan o contienen productos como sangre o moco, estreñimiento de nueva aparición, fiebre, dolor despertador. Y cualquier otro síntoma que se salga de lo sentido como habitual.

Tratamiento

Evitar deglutir aire, comiendo despacio, sin hablar, en ambiente tranquilo que no requiera atención a otros asuntos: pantallas etc. Mantener una buena higiene bucal y buen estado de piezas dentarias. Beber en vaso sin uso de cañas y no tomar bebidas gaseosas.

 Capítulo propio merecen las chucherías que producen insalivación: caramelos, chicle etc. Hay que enfatizar que son peores las rotuladas como light o sin azúcar, que, al efecto local de insalivación, añaden azúcares no absorbibles, que solo dan sabor sin absorberse, y cuando alcanzan el colon se procesan por las bacterias, aumentando la producción de gas y en algún caso, produciendo diarrea. 

El gas colónico de la fermentación precisa ponderación y cierta tolerancia. Ya sabéis que la fermentación en sí misma es beneficiosa, hasta diría que es muy beneficiosa por las razones arriba apuntadas. Así pues, la eliminación continuada de la fermentación puede comportar riesgos, por lo que hay que hacer un cuidadoso balance: riesgo /beneficio. Hay dietas, como la muy conocida FODMAPS, que suprimen la fibra y subproductos fermentables de forma casi radical, mejorando la distensión al precio de no disfrutar de los efectos beneficiosos. Por esto no se recomiendan durante más de 8 semanas y deben seguirse de reintroducción paulatina de la fibra. El consejo y el objetivo, son:  moderación sin supresión total de fibra y tolerancia al gas con límite en la aparición de padecimiento o disminución de la calidad de vida. 

En general ayuda a la buena digestión el adecuar el estilo de vida en todos los aspectos: ejercicio moderado, sueño suficiente y alimentación saludable.  

Mediante comidas regulares, poco copiosas y de fácil digestión. Evitando excesos en grasa, condimentos y alimentos procesados industriales que suelen contener azucares sabrosos y baratos como fructosa y sorbitol, o peor en caso de las fórmulas light con saborizantes no absorbibles.

En fin, diversidad en la alimentación, cocinando productos de temporada con un balance de aportes equilibrado, que no supere nuestra capacidad de digestión y absorción, como puede pasar en formulaciones hiperproteicas o al hacer excesos / atracones de cualquier alimento por sano que sea. 

En cuanto a fármacos, existen a centenares y creciendo, con fórmulas médicas y paramédicas de dispensación libre.  El consejo es de prudencia, no creer en milagros y solicitar consejo profesional.

El consejo, en resumen, es: afrontar la alimentación y digestión no como un problema, sino como un hecho natural, fisiológico, y gozoso. Aceptando sus grandes beneficios y pequeños inconvenientes. Seguir las pautas de las generaciones anteriores que se alimentaron de lo que da la tierra, cuando lo da, estacional, cambiante, diverso y poco o nada procesado. Comiendo de todo y poco y en ocasiones, caminando horas para conseguirlo.

Dr. Javier Torres, Especialista en aparato digestivo

 

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